Por: Aldrin García Balvin
¡Ay, mi querida Colombia! Siempre sorprendiéndonos con sus pasiones desbordadas y sus enfrentamientos encarnizados. La reciente controversia generada por el presidente Gustavo Petro y sus duras críticas hacia los medios de comunicación. Y créanme, esto no es solo una opinión desde la distancia, sino una realidad que ha impactado profundamente a la prensa.
Con su verbo afilado y sus acusaciones directas, Petro ha señalado a la revista SEMANA como la gran villana que da órdenes y el CTI obedece sin chistar. Estas palabras han sacudido los cimientos de la prensa y han generado un ambiente caldeado en el país. Y como testigo de la hostilidad hacia los periodistas de diferentes medios, puedo afirmar que nos encontramos en una situación preocupante.
Pero, ¿qué es lo que teme el señor presidente? Han sido sus propios funcionarios los que han puesto en jaque su administración. ¿Quería que no lo reportáramos? ¿Preferiría tener una prensa complaciente que solo aplauda y nunca cuestione? La libertad de prensa es un pilar fundamental de la democracia, y nuestro deber como periodistas es informar sin miedo y sin censura.
Es desgarrador ver cómo aquellos que luchamos por la verdad y la objetividad nos convertimos en blanco de la ira de quienes nos rodean. En un país donde la libertad de prensa debería ser valorada y protegida, los periodistas nos enfrentamos a un clima de tensión y desconfianza.
La violencia y la intolerancia son las peores enemigas de una sociedad democrática. Los periodistas, lejos de ser «regalados» o vendidos al mejor postor, somos profesionales comprometidos con nuestra labor de informar y buscar la verdad. Pero para poder hacerlo, necesitamos un ambiente seguro y respetuoso, donde las diferencias de opinión se discutan con argumentos sólidos y sin agresiones.
Hago un llamado al presidente Petro y a todos los actores políticos a fomentar un diálogo basado en el respeto mutuo y la tolerancia. Comprendo que las críticas y las diferencias son inherentes a la política, pero no podemos permitir que se conviertan en una excusa para la violencia y la descalificación personal.
Como periodistas, nuestro compromiso es con la verdad y con servir a la sociedad. Pero para cumplir con nuestro deber, necesitamos que se respete nuestra labor y la de nuestros colegas. Necesitamos un ambiente propicio para el ejercicio del periodismo, donde podamos informar sin temor a represalias ni ataques.
En conclusión, Colombia necesita un cambio de actitud. Debemos construir un ambiente donde el debate político se base en el respeto y la tolerancia. Los periodistas no somos el enemigo, sino aliados en la búsqueda de una sociedad informada y crítica. Protejamos la libertad de prensa y promovamos el diálogo constructivo. Solo así podremos construir un futuro mejor para todos.
Así que, Colombia, pongamos fin a esta batalla campal entre políticos y periodistas. Exijamos un debate fundamentado en argumentos sólidos y respeto mutuo. No dejemos que el fuego de la intolerancia arrase con nuestra democracia. Porque al final del día, todos necesitamos una prensa libre y valiente que nos cuente la verdad, sin miedos ni censuras.
¡Hagamos de Colombia un país donde el respeto sea la moneda de cambio en el debate político!